LAS DOS ORILLAS.

La portada original de «La Filosofia de la Libertad», publicada en Berlin, 1894.
En casi toda discusión o dialogo, incluyendo también (y quizá de modo aun más intenso) las discusiones en el mundo antroposófico , es muy común encontrarse con dos posiciones muy específicas. La primera es, la que yo llamo: «cada uno tiene su verdad».
Esta posición considera la propia experiencia personal y la formulación más o menos lógica (la mayor parte de las veces sencillamente una asociación de ideas) que uno haya hecho, como perfectamente valida (en muchos casos icon el único fundamento de que «mi corazón/mi sentir me dice que es cierto»). Lo malo de esta disposición, es que, solo a modo de ejemplo, la historia nos enseña que no siempre «el corazón» (o de forma mas exacta, lo que emerge en el interior de la psique de la persona en cuestión) nos dice la verdad o «lo correcto». Lo que el corazón le decia a Romeo y a Julieta, a los romanos que defendían Roma de los barbaros, o a los escoceses que luchaban contra los ingleses al mando de William Wallace, esto es, que su amor triunfaria, que Roma venceria, o que los Escoceses alcanzarian la merecida independencia, no fue así en ninguno de los casos.
No hablemos de la enorme cantidad de veces en que «nuestro corazón» nos ha engañado haciéndonos creer en el amor de alguien por nosotros, en la confianza que teniamos que depositar en tal persona, o en lo espiritual de tal o cual persona o iniciativa, solo para descubrir un cierto tiempo más tarde, que aquella persona no nos amaba, que la confianza depositada no era merecida, o que lo espiritual de aquella persona o institucion era, cuando menos muy diferente de «nuestra» idea de lo espiritual.
En fin, tratamos aqui con lo que podriamos llamar «la verdad como descubrimiento subjetivo».
Las personas, Antroposofos o no, que tienden a esta posición suelen autodenominarse «personas de sentimiento» o «de voluntad», y suelen considerar los argumentos racionales y las pruebas cientificas como algo «frio», «rigido» y «falto de vida».
Resumiendo lo anterior, la experiencia nos indica que, aquello que proviene de nuestro interior, no adquiere certeza por el mero hecho de ser interior. O dicho de otra manera, lo interior puede ser tan ilusorio como lo que proviene del exterior, y del razonamiento lógico.
La segunda posición es la que yo llamo: «Mi verdad, basada en la lógica y en los hechos, es la única verdad». Esta es la que basa la objetividad de las propias afirmaciones en la lógica interna que las sustenta, y en los supuestos hechos que las prueban. Un ejemplo de esta afirmación es la siguiente propuesta lógica:
«Juan es español.
Todos los españoles son valientes.
Por tanto, Juan es valiente».
Se trata de un juicio «lógico». De dos afirmaciones iniciales, obtenemos una tercera denominada «Conclusión». Si damos por verdaderas las dos primeras afirmaciones, hemos de considerar irrefutablemente valida la tercera. Este método de pensamiento fue iniciado por el filósofo griego Aristóteles de Estagira, y se convirtió en la base de la ciencia moderna.
No obstante, también en este caso encontramos ciertos problemas a la hora de obtener certeza. En efecto, es perfectamente posible formular una proposición lógica sin que esta sea «verdadera». Un ejemplo de esta posibilidad sería:
«Juan tiene 20 Euros.
Cada pan del panadero vale 5 Euros.
Por tanto, Juan solo podrá comprar 4 panes».
La lógica de esta afirmación es irrefutable. Pero no tiene en cuenta los hechos. Podría suceder, por ejemplo, que el panadero, le regalara a Juan un pan de más por su simpatía, o porque lleva muchos años comprándole al mismo panadero. El pobre Juan se llevo una buena reprimenda por parte de su madre por venir con cinco panes, acusándole de haber robado un pan al panadero, y solo puedo salir del atolladero cuando el panadero aclaró que el había decidido regalar un pan extra al pequeño Juanito.
Del mismo modo que en la anterior tendencia, existe la ilusión de que el mundo interior nos hara testigos de la verdad, en este caso, existe la ilusión de que será el mundo exterior y la lógica asociada la que nos permitirá obtener certeza. Se supone que, teniendo todos los hechos ante nuestra conciencia, seremos capaces de encontrar la verdad, la ley que regula los eventos, la certeza respecto de los hechos. Sin embargo, esta tendencia no tiene en cuenta el hecho de que la lógica como tal, tiene limites definidos de validez, tales como los definidos en el ejemplo de Juanito y el panadero. De facto, el problema del pensamiento lógico-cientifico es dual: por un lado, la lógica actua en base a reglas de concordancia y consistencia, no siendo capaz, por ejemplo de resolver «las paradojas«. Un ejemplo de paradoja es la siguiente:
«Juan es español.
Juan dice que todos los españoles son mentirosos.».
Si esta afirmación es cierta, Juan esta mintiendo, lo cual quiere decir que «Todos los españoles dicen la verdad». Pero si todos los españoles dicen la verdad, entonces Juan dice tambien la verdad, de donde debemos de concluir que «todos los españoles mienten». Volvemos a empezar!!.. Este es un ejemplo clásico de bucle lógico o cinta de moebius.
Por otro lado, la disposición lógico – científica no considera el hecho de que, tal y como esta constituida normalmente la conciencia del hombre moderno, nuestras percepciones son, por definición, limitadas. Podemos percibir algo en un momento dado, pero no podemos percibirlo, en principio, a lo largo de su proceso de desarrollo. Del mismo modo, percibimos un objeto desde un determinado punto de vista espacial, pero no podemos percibirlo simultaneamente desde todos los puntos de vista posibles. Por ello, necesariamente, siempre estamos «perdiéndonos» parte de la realidad a la hora de percibir los así denominados «hechos».

El pensador
Las personas, Antroposofos o no, que tienden a esta posición suelen autodenominarse «personas de pensamiento» o «de conciencia», y suelen considerar los sentimientos, las sensaciones, los presentimientos, y en fin, todo aquello semi-consciente que proviene del interior de la psique como algo «vago», «fantasmagórico» y «falto de rigor y de fundamento».
Por tanto, podemos ver ahora que tampoco el mundo exterior, ni el pensamiento lógico-científico nos permite obtener certeza. Lo exterior, de nuevo, puede ser tan ilusorio como lo interior.
Por tanto, justificado ya el hecho de que ni el mundo interior ni el mundo exterior nos proporciona certeza, cobra todo el sentido, volver a formularnos con toda seriedad, la pregunta del joven Rudolf Steiner: ¿Puede el pensar humano ser la base de toda experiencia que le llega al hombre desde el exterior o desde el interior, pues la duda y el juicio critico conducen siempre a la esfera de lo incierto?»
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