Artículo de Antonio Martínez Alcalá.
Lo cierto es que el famoso movimiento del 15-M está, es normal no se puede hacer más, denunciando fallos del sistema, más hasta ahora no aporta nada nuevo, acaso transformaciones, mejoras en lo ya caduco y viejo, pero poco más. Sin embargo los parches para nada sirven, los problemas ya no son coyunturales, afectan a la parte más íntima de las estructuras. Están impresas en el mismo hilo de vida, o de muerte, de su propia razón de ser, desembocando en estas catástrofes periódicas que siempre pagan los más débiles. Los poderosos, en esos momentos de depresión, sanean, hacen grandes negocios, estructuran, apuntalan, regulan. . . siempre con la ayuda inestimable de la organización estatal que les da vía libre para actuar con total impunidad.
Por eso ya no nos sirve lo que hay, ni tan siquiera corregido y mejorado. Debemos, desde la conciencia, hacer un análisis imparcial, inteligente, ponderado, verdadero y basado en las leyes naturales, para, tomándolas como punto de partida, buscar una nueva articulación social que tome como base al hombre y no al dinero en su versión pervertida, a la que ha conducido su uso sin moralidad ni ética.
Por ello os voy a exponer una nueva manera de encarar la formación de la comunidad social. No es ninguna receta acaso sean las líneas básicas de un proceso que tiene que ser construido y diseñado por todos.
LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD, fueron las máximas de la Revolución Francesa, en la que, no lo olvidemos, el gorro frigio del alquimista fue el símbolo revolucionario por excelencia. Siempre hay otra historia oculta.
El hombre llega a la Tierra con unas dotes y capacidades, que educación y experiencias tienen que completar para, gracias a ellas y por ellas, poder aportar desde su particular visión todo aquello que pueda ser una ayuda para completar el gesto social que tiene que acompañarlo durante su vida. A este activo individual, basado en las capacidades, le vamos a llamar valor humano.
Este valor humano es consecuencia de un cuerpo físico, otro anímico y otro de pensamiento. Cada uno de ellos tiene unos derechos particulares: El cuerpo físico le es preciso amparo en todo lo necesario para su cobijo y seguridad así como para su sustento y mantenimiento. Las fuerzas anímicas que surgen de su psique tienen derecho a poder manifestarse en libertad. Y, el Yo, a ser reconocido como persona individual dentro de la igualdad. Estos y no otros son los motores que ponen, como consecuencia de los verdaderos derechos inalienables del ser humano, en movimiento el lema universal triforme: LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD.
Esto aparentemente claro, no lo fue tanto cuando se intentó llevarlo a la práctica después del proceso revolucionario. Estas máximas que tienen que vivir cada una en su ámbito para desarrollarse sanamente, se mezclaron, no se entendió el procedimiento y el resultado fue la confusión que condujo al uso del poder como elemento de fuerza y al terror. Como todos los movimientos que no alcanzan a comprender que el proceso no es revolucionario, sino que enmarcado dentro de una evolución progresiva tiene que conducir a una sociedad triarticulada, terminó en el más absoluto de los fracasos. La historia es inexorable en su veredicto, todas las revoluciones terminan en una restauración o en una dictadura. ¿Aprenderemos alguna vez?
Esto que, como ya hemos visto, a simple vista parece tan obvio jamás se ha logrado. Encontrar las máximas y hacerlas vivir en el ideal no es demasiado difícil, lo complicado es crear las texturas sociales necesarias para hacerlo realidad. Lo cierto es que conocemos cuales son estos patrones, sin embargo todavía no hemos dado con aquello que los haga posibles.