¡Quieran Oirlo los Hombres!

Conversaciones sobre Antroposofia


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LO OBVIO

Artículo de ANTONIO MARTINEZ ALCALÁ:

Si de alguna manera tuviéramos que definir el siglo XX quizás nos inclináramos por hacerlo como el de la cultura de lo obvio. Una y otra vez nos dejamos arrastrar sin más, casi sin reflexión, por aquello que a fuerza de ser comúnmente aceptado cobra categoría de evidente. Esta pasividad consecuencia de la comodidad de la rutina nos conduce a una modorra intelectual que nos impide, observar en lo obvio, la causa de un estancamiento en las formas y en el hacer que llega hasta la parálisis del elemento creador del hombre, tanto en lo social como en lo cotidiano.

Para situarnos en lo que significa la puerilidad de lo notorio acudamos a, observar desde un pensar vivo y no desde el subterfugio de lo obvio, un ejemplo. Parece que dentro de lo comúnmente aceptado, el pagar una cuota para cubrir gastos en una sociedad cualquiera, es algo que casi no merece ser discutido. Sin embargo hagamos un ejercicio de voluntad y no dejándonos llevar por el hábito, tratemos de navegar en el terreno prohibido y desarrollemos aunque sea someramente el tema.

Cuando pagamos una cuota, solución cómoda, nuestra vinculación con tal sociedad queda satisfecha. Somos miembros de derecho en ella y tenemos la posibilidad de acogernos a sus estatutos, asistir a las asambleas y ejercer el derecho al voto llegado el caso.

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Las Verdades Antroposóficas

Hace poco leí un artículo muy interesante sobre Espiritualidad (aquí) Siendo un estudiante de la Antroposofía ya desde hace bastantes años, no podía evitar ir encajando los conceptos del artículo en mi propio esquema «particular» del Ser Humano y del Mundo. De forma que me decía… esto pertenece a la esfera del Cuerpo Etérico o Vital, …esto pertenece a la esfera de lo Físico y lo orgánico… esta parte está incompleta sin la gnoseología de Goethe… en fin, que a la vez que leía iba traduciendo a mi propia jerga los conceptos que el autor expone en su artículo.

El mismo ejercicio, pero en modo inverso, he puesto en práctica cuando intentaba explicar en ámbitos no antroposóficos conceptos relacionados con el Mundo y el Ser Humano desde un punto de vista Espiritual. La conversación con el interlocutor va modulando las expresiones hasta encontrar las adecuadas a lo que la esencia de, por decir, Cuerpo Etérico, significa para mí.

Y es que la Antroposofía ha supuesto en mi vida, el marco de referencia con el que fundamentar mi conocimiento y la motivación para mis acciones.

Pero si esto fuera el único elemento que latiera en mi corazón, entonces correría un doble peligro: por una parte intentar imponer que todos piensen como yo y utilicen mi jerga, o por otra parte, aislarme en mi mundo «bueno e ideal» perdiendo interés por los demás y por sus aspiraciones.

Y es que las verdades antroposóficas no son tales verdades si al corazón le falta lo más importante… el amor. Amor como lo caracterizó San Pablo en la primera carta a los Corintios (cap. XIII). Amor que se interesa por el otro, de forma integral, y que se posiciona en el mundo, buscando relaciones con los otros. Y es que las verdades antroposóficas son sólo verdades cuando están enraizadas en lo vivo. Esto es lo que he descubierto leyendo las cartas octava y novena que Rudolf Steiner escribió a los miembros el 9 y el 16 de marzo de 1924.


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Manifestaciones sobre el Quijote: En busca de Dulcinea

Artículo firmado por Antonio Martínez Alcalá.

Hablar de Quijote en penetrar en un mundo por descubrir. Todo lo que se ha escrito sobre la magna obra, y es mucho, no pasa de ser un inconcluso prólogo. Me voy a acercar a él desde un fugaz ángulo. No es más que un ligero tentempié para iniciar con algunas fuerzas el duro camino.

No hay valor de más quilates que aquel que se somete a que la masa, las más de las gentes, lo tomen por locura . . .

Decía Unamuno que éste es el más grande problema de las Españas . . .

dado que siempre el miedo a ser tomado por sandío le impide al español acoger el desafío de lo nuevo . . .

la posibilidad de arrostrar el ridículo . . .

el agrio fracaso que haga asomar la sonrisa y la burla en los mediocres . . .

atenaza a muchos que vivirían la aventura sin su miedo . . .

Siempre, casi siempre, vamos a dar un resquicio a la posibilidad, lo nuevo es tratado como inoportuno . . .

y lo es, sencillamente, porque fastidia a los que complacidos en su hartazgo no quieren complicar su digestión con extraños alimentos . . .

Porque mueve el suelo de los acomodados . . .

y porque, sobre todo a los necios, les enfurece el hecho de que su necedad quede al descubierto y su mediocridad flotando en el marasmo . . .

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¿Qué ocurre en la Sociedad?

Sólo conocemos la verdad de la naturaleza exterior cuando partimos desde la esencia espiritual del Ser Humano. Este es uno de los fundamentos de la Ciencia Espiritual. En las relaciones sociales vivimos un mundo común cuya coherencia descansa en la naturaleza que comparten los Seres Humanos y los demás reinos naturales. En el mundo del espíritu somos «islas» que flotan en un océano onírico. Aquellos miembros de la Sociedad que se dedican al mundo del espíritu sin vincularse a la naturaleza de las relaciones sociales pierden el suelo bajo sus pies. Sólo un verdadero interés por lo anímico-corporal de otros miembros de la Sociedad y nuestra vinculación a ésta podrá generar una verdadera vida en el Espíritu. El amor con el que se acoge lo anímico-corporal puede generar nueva vida en la Sociedad Antroposófica. Más allá de lo que está bien o de lo que está mal, el calor del corazón revelará la palabra que nos situará en lo correcto y lo verdadero, en el Espíritu. ¿Qué ocurre en la Sociedad? Es la pregunta que mide la calidad espiritual de nuestra aspiración por la Antroposofía.


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Aspiración de conocimiento espiritual y la voluntad de autodominio.

En un artículo anterior escribí sobre los «miembros activos»… con ocasión del estudio de la Carta a los Miembros del 24 de febrero de 1924 me gustaría escribir sobre la «actitud interior» de los miembros activos.

Dependerá de cómo desarrollen la Antroposofía los miembros activos de la sociedad el que solamente sirva para desarrollar pensamientos o sirva también para encender la vida. Es necesario coraje para avivar el entusiasmo y salir al encuentro del «otro-a» con interés renovado y con calor en el corazón. También se necesita fortaleza para mantenerse ante la crítica, el menosprecio o incluso la denigración.

La Antroposofía ha nutrido a mentes maravillosas que han sabido gestionar su contenido con habilidad… hasta el punto de generar entusiasmo en el público para emprender causas relacionadas con el «desarrollo social y espiritual». Y es una labor importante ser abanderado del saber Antropósofo en el mundo. El peligro es que genere una «exaltación emocional» que disuelva el verdadero desarrollo y evolución de sus seguidores… como también la envidia en el oyente puede generar apatía y actitud estéril ante los problemas del mundo.

La virtud de la fortaleza es intermedia entre la «cobardía» que produciría el temor ante una sociedad predadora cuya máxima es la permanencia del más fuerte y la «temeridad» que implicaría un adentramiento sin un trabajo ético y moral.

Vivificar el pensar es contemplar al «otro-a» como un ser en evolución, desarrollar un interés por el o ella desde la «imaginación» de la verdadera realización de su «Yo superior»; es lo que Otto Schamer llama «contemplar el futuro tal y como emerge». Esta vida en el pensar hace que se pueda desarrollar fuerza en la voluntad y calor en el sentir.


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SOBRE EL SABER DEL ANTROPÓSOFO.

Artículo escrito por Juan Luis Morales Aguilar.

Frecuentemente se pueden observar entre nosotros los antropósofos actitudes o valoraciones estrictas cuando no inquisitorias en relación a lo que consideramos aportaciones, posiciones o filosofías equivocadas, o hacia los errores y debilidades de los demás. Estas actitudes se pueden manifestar entre antropósofos y también entre personas de cualquier otro ámbito de la vida, aunque existe una tendencia a que afecte de forma más enfatizada a los miembros de la Sociedad Antroposófica. Se pueden apuntar varias razones de esta particularidad de los miembros de la Sociedad Antroposófica; entre otras, un reforzamiento de la conciencia individual producido por el empeño en el estudio y en el autodesarrollo siguiendo la particular metodología antroposófica, que promueve, entre otras características, un reforzamiento del pensamiento y del sentido crítico.

Cuanto mayor es el saber acumulado más frecuentemente se suele acentuar esta propensión -aunque afortunadamente muchas veces no sea así – siendo, a mi juicio, esta tendencia un barómetro a tener en cuenta para evaluar la propia sana apertura hacia lo nuevo que nos viene de fuera. Hoy en día, esta actitud abierta, comprensiva e integradora es un reto personal muy importante y quizás decisivo para los miembros de la Sociedad Antroposófica, a los efectos de que la Antroposofía pueda cumplir sus objetivos.

La arquitectura del conocimiento antroposófico sobre el Ser Humano y el Mundo es muy compleja, abarcando todos los ámbitos de la vida. Quizás ese enorme caudal de conocimientos, que se amplía continuamente, tiende a situarnos de una forma progresivamente más definida ante los requerimientos de la vida. Y eso puede fortalecernos en nosotros mismos, pero también puede debilitar nuestra verdadera tolerancia y apertura al exterior si esta posición no va acompañada de una imprescindible pregunta personal que me parece conveniente que nos hiciéramos frecuentemente…

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Líneas maestras Antroposóficas.

Y continuando ahora con la V Carta a los Miembros que Rudolf Steiner escribió el 17 de febrero de 1924 entresaco las tareas de la Sociedad Antroposófica, de la Junta y de los miembros individuales. La junta de la Sociedad es garante de la Antroposofía. La Sociedad es una unión de personas que quieren entenderse con la junta de manera viva para ser también fiadores de la Antroposofía. Pero el futuro espiritual solamente puede aparecer en el desarrollo libre del obrar del miembro individual. Y esta vinculación del individuo con la Sociedad sólo es posible desde el interior del ser humano, no meramente desde el aspecto exterior (pertenencia por pagar las cuotas)

La junta de la Sociedad, como garante de la Antroposofía, armoniza –a través de las «líneas maestras»– la dirección en la que los miembros actúan unos con otros en la Sociedad. Y el miembro individual despliega su actividad espiritual en el seno de la Sociedad, pero sin pretender satisfacer ahí sus fines personales o de su iniciativa, sino como fiador de la Antroposofía en unión con la Sociedad. Sólo es lícito el despliegue libre de una visión personal fuera del marco de la Sociedad.