¡Quieran Oirlo los Hombres!

Conversaciones sobre Antroposofia

LO OBVIO

2 comentarios

Artículo de ANTONIO MARTINEZ ALCALÁ:

Si de alguna manera tuviéramos que definir el siglo XX quizás nos inclináramos por hacerlo como el de la cultura de lo obvio. Una y otra vez nos dejamos arrastrar sin más, casi sin reflexión, por aquello que a fuerza de ser comúnmente aceptado cobra categoría de evidente. Esta pasividad consecuencia de la comodidad de la rutina nos conduce a una modorra intelectual que nos impide, observar en lo obvio, la causa de un estancamiento en las formas y en el hacer que llega hasta la parálisis del elemento creador del hombre, tanto en lo social como en lo cotidiano.

Para situarnos en lo que significa la puerilidad de lo notorio acudamos a, observar desde un pensar vivo y no desde el subterfugio de lo obvio, un ejemplo. Parece que dentro de lo comúnmente aceptado, el pagar una cuota para cubrir gastos en una sociedad cualquiera, es algo que casi no merece ser discutido. Sin embargo hagamos un ejercicio de voluntad y no dejándonos llevar por el hábito, tratemos de navegar en el terreno prohibido y desarrollemos aunque sea someramente el tema.

Cuando pagamos una cuota, solución cómoda, nuestra vinculación con tal sociedad queda satisfecha. Somos miembros de derecho en ella y tenemos la posibilidad de acogernos a sus estatutos, asistir a las asambleas y ejercer el derecho al voto llegado el caso.


Pero si seguimos pensando y no nos quedamos en ese espacio vacío de contenido. Si somos sinceros. Tanto en el caso de ser miembros activos como si no lo somos. Nuestra vinculación con el dinero aportado se ha perdido. Tendremos que esperar al final del ejercicio para, en la presentación de cuentas, poder emitir una apreciación sobre la gestión realizada. Intervención siempre desde el punto de vista del pasado. De lo que ya fue y ante lo que ya sólo puedo emitir un juicio, pero nunca una decisión. Esta fue tomada por otros y sólo podemos actuar sobre sus consecuencias. Nunca, en estas circunstancias, nuestra aportación puede ser activa, porque la confianza que depositamos en la gestión de la cuota vuelve hacía nosotros como pasividad ante la acción.

Si actuamos de esta manera hay, al menos de momento, dos actitudes que resultan cuanto menos dañinas para nuestro ser como individuos: Por un lado la poca conciencia que depositamos en ese dinero (en realidad es como un cheque en blanco que dejamos para que otros lo administren). La segunda, ceder a otros la responsabilidad para que ejecuten en nombre nuestro (eliminando del proceso nuestra individualidad). Por no hablar de un dinero que queda paralizado, sin movimiento, en el mundo económico, puesto que se aparta de él con la intención de respaldar los gastos de un ficticio presupuesto realizado en el aire.

Como hemos visto, si no depositamos conciencia en el dinero, eliminamos nuestra individualidad de los procesos, aparte del perjuicio de separar una cantidad de dinero del devenir económico (pensemos en la multitud de sociedades de todo tipo que se rigen por estas formas). Más. . . si dejara aquí el tema, nada de lo que he dicho tendría gran valor. ¡Ya está bien de curanderos avispadillos que diagnostican con precisión, pero que son incapaces de ofrecer soluciones alternativas!

Yo opino que aquella actitud inicial de partida aparentemente obvia e inocente, si buceamos en ella, empieza a convertirse en un abismo cada vez más profundo en el que la sociedad se va enfangando. Por eso entiendo y por ello aporto otras formas de ver esos tipos de relación social-económica. Desde este nuevo posicionamiento rápidamente surgen dos preguntas: ¿Por qué no se trabaja en lugar de con presupuestos, generalmente en el aire, con las necesidades reales que surgen en cada momento? Esta pregunta inmediatamente nos conduce a otra: ¿Por qué en vez de establecer una cuota fija, no se establece una aportación libre no anual, sino puntual, para satisfacer las necesidades que van apareciendo en el hacer cotidiano? Si respondemos correctamente a estas dos preguntas, el dinero adquiere una función sana y no se convierte en foco de infección que contamina, sino en medicina generosa que aporta salud al conjunto social. Si así se hiciera y no como lo obvio aconseja resultaría:

Si entramos en el juego de las necesidades y en la libre aportación para solucionarlas. Situación de la que estamos apartados por el concepto cuota. Nos vemos ante la circunstancia nueva de contribuir no con lo previamente estipulado, sino con aquello que realmente podemos aportar en ese momento concreto, para satisfacer la necesidad real que aparece en ese instante preciso. Esto exige por parte del individuo colocarse ante uno mismo como juez de su propia conducta. Puesto que dependiendo de que su acción sea correcta (aporte lo que realmente puede o por el contrario de menos de aquello que en conciencia podría donar), se va a reconocer la moralidad o no de ese dinero en el mundo. Este aspecto educativo que surgiría dentro de un proceso correcto en lo económico, es considerado por la cultura de lo obvio como superfluo y por los «prácticos» como inviable -aunque esto en la época de internet sea una herejía, ¿o sólo es válido este sistema para aquello que nos interesa?

Si el dinero que aportamos es en justicia adecuado a nuestras posibilidades, el valor que adquiere es totalmente diferente a aquel que entra en circulación como consecuencia de un acto no moral. El que resultaría de que, si por egoísmo o por falsas necesidades, redujera mi aportación. Si esto ocurriera es cuando aparecería el problema en sus dos vertientes posibles:

Por un lado mi debe ha de ser satisfecho por otras personas. Y si no lo es puede acabar con la viabilidad del proceso comenzado. La aportación adecuada, de acuerdo con la exigencia y mis posibilidades, es parte del valor educativo que conlleva el entender desde un punto de vista moral la relación con lo económico. Consideración que queda sustituida por la comodidad en la cuota, que anula por completo la participación del individuo en el libre circular y en la responsabilidad sobre el dinero. Si adquirimos conciencia de esto la culpa del hombre, enmascarada en el no poder hacer ni en lo social, ni en lo político y todavía menos en lo económico, queda al descubierto al manifestarse como causante de las más variadas enfermedades sociales.

Otro problema añadido es, en el caso de la cuota, el estancamiento del dinero que se emplea para satisfacerla. Normalmente la sociedad que recibe su afluencia lo ingresa en una cuenta abierta en el banco para tal efecto. Si hasta ahora hablábamos de la moralidad en el dinero dependiendo del modo de tratarlo. Ahora hay que hacerlo de su conciencia. Sobre él tenemos ascendiente en la medida en que sabemos en que es utilizado. Si no conocemos su aplicación en el mundo, entonces no estamos donándole responsabilidad a ese dinero, sino falta de discernimiento. Si se deposita en un banco, caso habitual y casi siempre buscando las condiciones más ventajosas, somos totalmente inconsciente del empleo al que está destinado (capital que se ha dejado en el mundo totalmente indefenso). Ya que es, hasta posible, que esté obrando en contra mía sin yo saberlo. Sin ir más lejos puede estar empleado en una fábrica contaminante próxima a mi domicilio, contra la que sostengo una enconada lucha porque está agrediendo la salud de mis hijos y la mía propia.

Parece, ahora si que resulta obvio, que si fuéramos capaces de dotar de moral y de conciencia a nuestro dinero, quizás aquello de que nada podemos hacer contra las agresiones de los todo poderosos, y otras muchas de variada índole, dejarían de tener el sentido en el que hoy nos cobijamos para eliminar, del teatro de los actos morales, nuestras responsabilidades.

Sin embargo está claro que esta nueva relación que podríamos adquirir con el dinero, implica un esfuerzo ímprobo ante la comodidad de lo manifiesto: pagar la cuota, ir al banco, jugar en bolsa… El nuevo reto lleva (como hiciera Eneas con su padre y con su hijo cuando huía de Troya) a sus espaldas el peso del pasado y de la mano el enfrentarse al mundo despiertos, no complacidos con la comodidad de la rutina, sino abiertos al despertar de la conciencia. Voluntad para no caer presos de lo más simple, para no alejarse de la complejidad del reto y situarse en un estado similar al del sueño: «Yo pago mi cuota a principio de año y luego me olvido». Esta frase nos sitúa en el mismo lugar en que está una persona que se prepara para dormir tranquilamente durante un año, hasta que el banco en el siguiente ejercicio, más inconsciencia, reste de nuestra cuenta el haber de la cuota, porque además el pago lo tengo domiciliado. Se elimina del proceso hasta la relación personal. Está depositada entre entes abstractos que se comunican mediante meras operaciones mecánicas. Fría relación que hiela todavía más el gélido soporte que le otorgamos al dinero. Esta falta de conciencia duerme la voluntad y la anula hasta grados insospechados.

Y sin embargo se necesita voluntad para ser un miembro activo en lo social, en lo político y en lo económico. Para romper con estructuras que son herencia de lo jurídico romano, que perpetuado se repite y no deja en el siglo XXI, tantos años después, respirar a la sociedad para que en su ritmo, en su tiempo, dote a la humanidad de lo que le es propio en cada actualidad y no de la recreación de esquemas totalmente anacrónicos. La modernidad, lo nuevo, no está en el aparente progreso, sino en saber reconocer lo que nos demanda el futuro y desechar lo que es lastre del pasado. Es en ello donde tenemos que esforzarnos. Para alcanzarlo es necesario no dormir. Estar despiertos. Tomar el timón de nuestras vidas.

Autor: Joaquín Aguado

Nacido en Granada, España, en 1971. Miembro de la Sociedad Antroposofica de España desde 1988, y Miembro de la Sociedad Antroposofica General desde 2005. Miembro de la Seccion Social de la Escuela Superior de Ciencia del Espiritu con Sede en Dornach, Suiza, desde 1991, y miembro de la Conferencia Economica de la Seccion Social de la Escuela Superior, desde 2005. He vivido varios años en Holanda y en Finlandia, con viajes y estancias cortas en EEUU e Inglaterra. Esto me ha permitido conocer de primera mano otras culturas y otras formas de "hacer antroposofia". Desde el 2010 vivo y trabajo en España. Autor del Libro "La Economía de la Confianza" (Ed. IAO, 2014. Madrid). Consultor Organizacional, Co-fundador del Banco Etico Triodos Bank en España, y fundador de Triforma primero, y posteriormente Vortex, las únicas empresas españolas de consultoria de organizaciones basadas en los desarrollos de Rudolf Steiner, Bernard Lievegoed y Margarete Van Den Brink. En mi trabajo como consultor, mi foco principal es ayudar a desarrollar una nueva forma de organización económica y social, centrada en el ser humano, que ponga en relación de forma equilibrada los principios de libertad, igualdad y fraternidad. Para avanzar en esa dirección, creo fundamental desarrollar en los individuos y en las organizaciones una cultura "social" mas profunda que la actualmente existente. En esta dirección, y siguiendo a Goethe, creo que "la conversación", el proceso de escucha intensificado y debidamente entrenado, es y será la fuente de cualquier futuro creador entre los seres humanos.

2 pensamientos en “LO OBVIO

  1. Querido Antonio,

    Me ha resultado interesante leer tu articulo.

    Entiendo que apelas a la necesidad de estar presentes en el proceso economico ligado a una sociedad o institución concreta, y que intentas describir como las formas modernas de manejo del dinero, duermen la conciencia de los seres humanos.

    No obstante, y solo brevemente, me gustaria apuntar un par de cosas sobre lo que comentas, a modo de diferente perspectiva:

    la primera, por obvia, es la reformulación del dormirse de los miembros de una sociedad. Y es que, desde mi punto de vista, en todo caso, son los seres humanos los que se duermen o se obnubilan. Y no porque haya ningun poder extraño en el dinero que anule nuestra conciencia, sino por el mero hecho de que al ego humano le disgusta la «responsabilidad», y tiende a «manipular», en este caso el dinero, para convertirlo en un medio de ejercer poder o de delegarlo, cuando el dinero no es en si mismo instrumento de poder alguno.

    La segunda, en conexion con el final de la primera diferencia y con varios comentarios que haces en tu articulo, tiene que ver con los conceptos que de forma usual se manejan sobre el dinero, y que me hacen ver de la necesidad de hacer visibles conceptos mas adecuados desde el punto de vista «científico-espiritual». Parece ser que esta muy extendida una visión o concepto del dinero como un medio de ejecutar nuestra voluntad en el mundo, o bien como un medio para cumplir o hacer cumplir nuestros preceptos morales. Pero en ninguna parte se oye la pregunta: ¿Que es el dinero?…¿Que relacion tiene lo moral con lo economico?…¿Que es «lo moral»? …¿Qué es «lo economico»?…son preguntas muy amplias, sin duda, pero …¿es licito, es «moral», es correcto que emitamos opiniones de hondo calado si no tenemos claridad y objetividad sobre aquello de lo que opinamos?…imagina por un momento que yo, con el mejor de mis afanes, empezara a hablar en mis articulos sobre la necesidad de reducir la actividad del higado y de la vesicula en relacion con el intestino, de tal modo que la digestión no fuera tan pesada y que con eso pudieramos cumplir mejor tal o cual meta moral….quiza mi intención, como digo, fuera buena, pero estaria demostrando una gran ignorancia acerca del ser humano y de las necesidades ligadas a sus procesos metabólicos.

    Asi es como me parece que sucede cuando escucho o leo sobre el dinero en terminos de «uso moral». Lo curioso por otro lado, es que esas hipotesis sobre el uso del dinero, no difieren mucho de Adam Smith y de muchos de los neoclasicos posteriores, cosa que muchos seguidores de corrientes como la banca ética ignoran por completo!! 😉

    En fin, disculpa que haya apuntado esto en tu articulo, porque como ya sabes no se trata de apuntarte a ti con el dedo, sino en todo caso, de destacar las diferencias y convertirlas en espacios de reflexion y creación conjunta. Tu articulo en este caso, me ha venido, como anillo al dedo.

    Un fuerte abrazo,

    Joaquin.

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  2. Gracias Antonio por compartir tu artículo en el BLOG.
    Hace poco recibí un e-mail que me propone sacar 150 euros del banco el próximo día 30 de Mayo como medida de protesta ante la especulación económica de los bancos. Hace tiempo se propuso apagar todos los aparatos eléctricos un día determinado a una hora determinada para protestar por la subida del precio de la electricidad. Todas estas propuestas tienen el objetivo de provocar un cambio en las instituciones políticas y económicas porque nos sentimos impotentes ante la manipulación y el ejercicio de poder de aquellos que la ejercen desde las instituciones y los grandes bancos.
    Estoy de acuerdo y apoyo muchas de estas medidas, aunque siempre tenga la sensación de que sólo una minoría expresamos la necesidad del cambio. Y es que mucha gente opina que nada se puede hacer, y que si ellos roban, yo no tengo porqué mantener un comportamiento moral con mi dinero. ¿Cuántos de nosotros hemos puenteado un ICP (interruptor de control de potencia) porque la compañía eléctrica es una usurera? ¿Cuántos de nosotros hemos vendido un piso en el pico alto de la especulación inmobiliaria sin importarnos su valor real? Porque ¿Cuál es su valor real, sino aquel que dicta el mercado? Y así muchos ejemplos más.
    Sí, el dinero puede ser un instrumento de la conciencia moral o el principio inconsciente que exprese nuestros instintos y pasiones que no domeñados por el yo ejercen una imposición inmoral en otros (lo que se denomina “precio del mercado”)
    Porque el dinero tiene un uso moral cuando se ajusta a la necesidad humana (lo que comúnmente se denomina fraternidad).
    Por eso, después de retirar 150 euros del banco el próximo 30 de mayo –aquellos que quieran manifestar su “indignación” – una opción más duradera para un futuro social más fraternal es el uso del dinero consciente, como el que propones tú, Antonio, basado en necesidades reales y ajustado a la capacidad personal para responder a dichas necesidades. Esto aportaría claridad a las finanzas y un camino donde las equivocaciones serían las precursoras de una evolución real de los individuos. Alberto Llorca.

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