Artículo escrito por Juan Luis Morales Aguilar.
Frecuentemente se pueden observar entre nosotros los antropósofos actitudes o valoraciones estrictas cuando no inquisitorias en relación a lo que consideramos aportaciones, posiciones o filosofías equivocadas, o hacia los errores y debilidades de los demás. Estas actitudes se pueden manifestar entre antropósofos y también entre personas de cualquier otro ámbito de la vida, aunque existe una tendencia a que afecte de forma más enfatizada a los miembros de la Sociedad Antroposófica. Se pueden apuntar varias razones de esta particularidad de los miembros de la Sociedad Antroposófica; entre otras, un reforzamiento de la conciencia individual producido por el empeño en el estudio y en el autodesarrollo siguiendo la particular metodología antroposófica, que promueve, entre otras características, un reforzamiento del pensamiento y del sentido crítico.
Cuanto mayor es el saber acumulado más frecuentemente se suele acentuar esta propensión -aunque afortunadamente muchas veces no sea así – siendo, a mi juicio, esta tendencia un barómetro a tener en cuenta para evaluar la propia sana apertura hacia lo nuevo que nos viene de fuera. Hoy en día, esta actitud abierta, comprensiva e integradora es un reto personal muy importante y quizás decisivo para los miembros de la Sociedad Antroposófica, a los efectos de que la Antroposofía pueda cumplir sus objetivos.
La arquitectura del conocimiento antroposófico sobre el Ser Humano y el Mundo es muy compleja, abarcando todos los ámbitos de la vida. Quizás ese enorme caudal de conocimientos, que se amplía continuamente, tiende a situarnos de una forma progresivamente más definida ante los requerimientos de la vida. Y eso puede fortalecernos en nosotros mismos, pero también puede debilitar nuestra verdadera tolerancia y apertura al exterior si esta posición no va acompañada de una imprescindible pregunta personal que me parece conveniente que nos hiciéramos frecuentemente…
Porque acaso ese gran armazón sistematizado de conocimientos, tan elaborado, tiende a dificultar notoriamente la correcta percepción y la adecuada valoración de todo aquello que no coincide a primera vista con esa extraordinaria y productiva, pero demasiadas veces estática y rígida, arquitectura antroposófica.
Rudolf Steiner decía en alguna de sus conferencias que la Antroposofía sería en el futuro algo parecido a lo que es ahora para los seres humanos un juego de niños. Todo cambia y la clave que se puede deducir del comentario de Steiner es que se precisa estar atentos y abiertos a lo nuevo y a los cambios para que no pasen desapercibidos. Y parece que este estar atentos, esta apertura a lo nuevo, que nos puede venir del exterior o también desde el interior de cada uno, puede dificultarse más y más cuanto más «sabemos»; es decir, cuantos más conocimientos teóricos tenemos acumulados.
Es muy fácil valorar: si no encaja está mal. Por lo tanto, al no encajar, es un error o desviación de tal o cual tipo. Pero incluso, aunque la valoración concluya que se trata de una conducta inadecuada o una posición, tendencia o filosofía que no encaja a primera vista con los cánones antroposóficos, parece que el conocimiento antroposófico acumulado dificulta enormemente valorar positivamente y agradecer lo mucho que puede estar aportándose a la Humanidad -o incluso a los conocimientos, valores o iniciativas antroposóficas -desde posiciones aparentemente inadecuadas o ajenas. Aunque es muy importante reconocer el error, lo negativo -el mal -, y el sentido positivo que tiene; es esencial reconocer y valorar lo positivo, y saber aprovecharlo.
Por otra parte, al incrementarse el caudal de conocimientos antroposóficos también se suele acentuar la precisión con la que utilizamos los términos que aplicamos a los conceptos, enriqueciéndose también nuestro mundo conceptual, pero si este efecto positivo no va acompañado de una apertura hacia el mundo conceptual de las personas con las que nos relacionamos (antropósofos o no antropósofos), si no somos capaces de «olvidar» nuestros términos, nos dificultamos el acceso, desde una verdadera escucha, al mundo conceptual de personas que frecuentemente no están utilizando el mismo nivel de precisión en sus términos, o que utilizan otros. Podemos «identificar» erróneamente el concepto que escuchamos y quedarnos sin acceder al discurso que nos viene de fuera. Me parece que este problema está muy extendido -aunque no afecta sólo a los antropósofos. Además, muchas veces las mismas palabras pueden significar cosas completamente distintas, dependiendo del contexto. Y no son pocas las veces que se puede presenciar la incomprensión y la crítica que parte de una no escucha llena de prejuicios, que no es más que una imposición encubierta, cuando no lo es abierta, de nuestro rico caudal de términos finamente elaborados.
Otras veces se pueden observar miradas, actitudes o afirmaciones fulminantes de rechazo, incluso puritanas, ajenas a los valores de una sociedad tolerante y abierta, afincada en el alma consciente -que ni tan siquiera practican hoy en día muchas corrientes conservadoras -ante determinadas conductas o circunstancias del destino que se han llegado a considerar debilidades, imperfecciones o faltas; desde una perspectiva antroposófica mal entendida, descontextualizada del destino personal, sin considerar y respetar el contexto biográfico individual y los retos personales.
A pesar de que sabemos que todos los seres humanos nos encontramos en un continuado proceso de perfeccionamiento que no tendrá fin.
También cabe citar aquí la propia autocensura – y el ocultamiento, la vergüenza o la justificación -que nos podemos aplicar como amarga e implacable medicina ante la ya muchas veces confirmada o eventual crítica ajena, especialmente la que ha venido o puede venir desde dentro de la propia Sociedad Antroposófica, para no desviarnos del «recto camino» marcado o por «el que dirán» los nuestros… Es verdad que estas situaciones pueden tener y de hecho tienen aunque algunas veces hayan podido ser muy contraproducentes -efectos positivos que pueden estimular el propio esfuerzo por ser mejores, por el desarrollo personal, pero ¿es necesario que sea de esta manera?
En otro orden de cosas, muchas veces la vida nos enfrenta a una diversidad de situaciones concretas en las que tenemos que decidir si miramos sólo nuestro interés o el interés a corto plazo o, por el contrario, si somos capaces de sacrificarlo o de tener una mirada de mayor alcance, que apunte en lo general a los ideales humanos o en lo concreto a una mayor integración de todas aquellas iniciativas heterodoxas, o aparentemente heterodoxas, que puedan ayudar a encarnar la Antroposofía en el Mundo. Esta típica forma de maximización de beneficios y minimización de costes a corto plazo -que no afecta sólo al aspecto económico o a los bienes o servicios que adquirimos -es una derivación del modelo materialista de afrontar los retos de la vida, que tanto criticamos en abstracto. La vida es muy sabia y continuamente no sitúa en la disyuntiva de tener una mayor amplitud de miras, cediendo y/o dando, o de permanecer en lo ortodoxamente rentable, cómodo, seguro y conveniente, sólo esperando recibir y/o asimilar a lo nuestro.
Si sólo esperamos recibir o asimilar lo que encaja con nuestras posiciones previas, será más difícil acercarnos a todas aquéllas personas o iniciativas que teniendo un fuerte vínculo con la Antroposofía han quedado, por diferentes motivos, fuera de los definidos contornos que parece le hemos querido dar a la Sociedad Antroposófica. Son demasiadas las personas e iniciativas que podrían haber estado dentro, o más cerca, que no sienten la necesidad o incluso rechazan formar parte de la Sociedad Antroposófica; o incluso a las que hemos apartado o estigmatizado abiertamente bajo el manto de una supuesta sabiduría, aunque a mi juicio y al de otros se haya actuado frívolamente. Y estas lamentables actitudes que han producido hechos muy tristes – algunos muy conocidos en la historia de la Sociedad Antroposófica, surgidos después de la muerte de Rudolf Steiner, aunque otros han sido menos identificados y reconocidos -son nuestro karma colectivo que tendremos que corregir para poder servir mejor a todo lo que la Antroposofía representa. Cuanto antes, mejor.
Sin duda, existe una crítica en gran parte injusta hacia los antropósofos y la Sociedad Antroposófica, que muchas veces encubre la propia incapacidad de compromiso y una actitud cómoda y práctica de recibir y de utilizar lo que ofrece la Antroposofía sin querer integrarse o sacrificarse por un proyecto común, pero estas deficiencias ajenas no deberían ocultas las nuestras.
La Sociedad Antroposófica es, entre otras cosas, un regalo y una gracia del mundo espiritual. O al menos para mí lo ha sido así. No obstante, también puede tener sus peligros, si no somos capaces de llenar nuestro corazón de apertura y tolerancia.
En estos tiempos tan difíciles para la Humanidad, desde ese pensar con el corazón que tanto predicamos, quizás fuera productivo que nos hiciésemos frecuentemente una pregunta esencial: ¿saber o amar? Las dos cosas. El verdadero saber, el del corazón, ama. El saber sin amor es muerte y la Antroposofía es un ser vivo que necesita ser mimado en el corazón de cada uno de nosotros. El saber sólo no basta. El verdadero saber se llena de vida con amor, nos lleva al amor, al encuentro del otro, de lo contrario no es verdadera sabiduría sino conocimientos intelectuales, preñados de egoísmo y de muerte.
Y no es casualidad la necesidad de una constancia en la práctica de los ejercicios preliminares. No es fácil, o al menos no lo es para mí. Queramos.
Juan Luis Morales Aguilar
14 mayo, 2011 en 20:23
GRACIAS Juan Luis.
Solo añadir que a mi entender el ARTE es un magnifico antidoto contra la invasión neurosensoral, un balsamo que permite desatascar la respiración vital del alma liberando la constricción i concretando la dispersión.
La practica artistica reforzara la capacidad de vivenciar el arte social en qualquier iniciativa y podria llegar a ser el arado con el que labrar las apelmazadas parcelas de nuestra inercia social.
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20 junio, 2011 en 19:15
No Jordi Esteban. El arte tal como lo promociona la antroposofía es un crecimiento desmesurado del ego. La respiración vital del alma tan sólo se consigue cuando con humildad sirve a la Naturaleza. Este es el primer paso para llegar a «Cristo en mi».
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23 agosto, 2011 en 17:33
¿¿y que fruto se obtiene de un tipo de «discusión» como esta de Jordi Esteban y Tomas, que consiste en exponer lo que cada uno cree??…¿se trata aqui por tanto de una discusión sobre nuestras creencias??… algo, que además me parece muy alejado de lo que expone Juan Luis…
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