Artículo de Antonio Martínez Alcalá.
Lo cierto es que el famoso movimiento del 15-M está, es normal no se puede hacer más, denunciando fallos del sistema, más hasta ahora no aporta nada nuevo, acaso transformaciones, mejoras en lo ya caduco y viejo, pero poco más. Sin embargo los parches para nada sirven, los problemas ya no son coyunturales, afectan a la parte más íntima de las estructuras. Están impresas en el mismo hilo de vida, o de muerte, de su propia razón de ser, desembocando en estas catástrofes periódicas que siempre pagan los más débiles. Los poderosos, en esos momentos de depresión, sanean, hacen grandes negocios, estructuran, apuntalan, regulan. . . siempre con la ayuda inestimable de la organización estatal que les da vía libre para actuar con total impunidad.
Por eso ya no nos sirve lo que hay, ni tan siquiera corregido y mejorado. Debemos, desde la conciencia, hacer un análisis imparcial, inteligente, ponderado, verdadero y basado en las leyes naturales, para, tomándolas como punto de partida, buscar una nueva articulación social que tome como base al hombre y no al dinero en su versión pervertida, a la que ha conducido su uso sin moralidad ni ética.
Por ello os voy a exponer una nueva manera de encarar la formación de la comunidad social. No es ninguna receta acaso sean las líneas básicas de un proceso que tiene que ser construido y diseñado por todos.
LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD, fueron las máximas de la Revolución Francesa, en la que, no lo olvidemos, el gorro frigio del alquimista fue el símbolo revolucionario por excelencia. Siempre hay otra historia oculta.
El hombre llega a la Tierra con unas dotes y capacidades, que educación y experiencias tienen que completar para, gracias a ellas y por ellas, poder aportar desde su particular visión todo aquello que pueda ser una ayuda para completar el gesto social que tiene que acompañarlo durante su vida. A este activo individual, basado en las capacidades, le vamos a llamar valor humano.
Este valor humano es consecuencia de un cuerpo físico, otro anímico y otro de pensamiento. Cada uno de ellos tiene unos derechos particulares: El cuerpo físico le es preciso amparo en todo lo necesario para su cobijo y seguridad así como para su sustento y mantenimiento. Las fuerzas anímicas que surgen de su psique tienen derecho a poder manifestarse en libertad. Y, el Yo, a ser reconocido como persona individual dentro de la igualdad. Estos y no otros son los motores que ponen, como consecuencia de los verdaderos derechos inalienables del ser humano, en movimiento el lema universal triforme: LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD.
Esto aparentemente claro, no lo fue tanto cuando se intentó llevarlo a la práctica después del proceso revolucionario. Estas máximas que tienen que vivir cada una en su ámbito para desarrollarse sanamente, se mezclaron, no se entendió el procedimiento y el resultado fue la confusión que condujo al uso del poder como elemento de fuerza y al terror. Como todos los movimientos que no alcanzan a comprender que el proceso no es revolucionario, sino que enmarcado dentro de una evolución progresiva tiene que conducir a una sociedad triarticulada, terminó en el más absoluto de los fracasos. La historia es inexorable en su veredicto, todas las revoluciones terminan en una restauración o en una dictadura. ¿Aprenderemos alguna vez?
Esto que, como ya hemos visto, a simple vista parece tan obvio jamás se ha logrado. Encontrar las máximas y hacerlas vivir en el ideal no es demasiado difícil, lo complicado es crear las texturas sociales necesarias para hacerlo realidad. Lo cierto es que conocemos cuales son estos patrones, sin embargo todavía no hemos dado con aquello que los haga posibles.
Uso correcto del DINERO. Sociedad activa o pasiva.
La técnica a la que ha llegado el hombre actual no sólo ofrece nuevas posibilidades inéditas hasta este momento, también coloca zancadillas y trampas difíciles de sortear, hasta el extremo de que, en muchos casos, lejos de estar a nuestro servicio nos domina. Esto se hace extensivo igualmente al régimen social, ya que nos lleva a querer organizarnos de acuerdo con un interés que comienza y acaba en nosotros mismos. Organizamos la sociedad en base a grupos de interés con necesidades claramente definidas. Asociaciones empresariales frente a sindicatos, partidos frente a partidos, empresas frente a sus competidores, asociaciones de consumidores frente a las empresas, estados frente a estados, países industriales frente a subdesarrollados. . . la guerra de todos contra todos. Nuestra conducta social queda enmarcada por nuestros intereses personales o los del grupo al que pertenecemos.
A la moderna división del trabajo, esa tendencia unilateral individualista, la tergiversa. Puesto que su fin último no es abastecernos a nosotros mismos, sino, al contrario, esta organización (la división del trabajo) hace que tengamos que entregar a los demás los valores que producimos. Siempre, dentro de una sociedad regida por esta característica, nuestro abastecimiento siempre llega a través de terceros. Sin embargo para darnos cuenta de esto tenemos que pararnos a pensar de una manera consciente, detenida y concienzuda. Ya que de la manera superficial con la que hoy lo hacemos, para la inmensa mayoría de la gente, seguimos viviendo en una sociedad de autoabastecimiento. Por un lado vivimos una circunstancia altamente tecnológica y sofisticada y por otra, al ser ajenos a la evolución que supone la división del trabajo, estamos estancados en la época del cazador, agricultor, recolector. . .
No son pues tan azarosas las situaciones de miseria, dolor, sufrimiento, injusticia. . . con las que estamos conviviendo. El paro no es más que la consecuencia de no asimilar este nuevo concepto de una manera correcta. Estamos por detrás de la evolución y al no alcanzarla sufrimos sus coletazos. Y es que la prosperidad social no llegará nunca en tanto en cuanto el trabajador no cambie su chip de pensamiento. No se da cuenta, que su bienestar no depende de cuánto debe de desear para sí mismo del rendimiento de su trabajo, sino de cuanto mayor sea la parte de su rendimiento que ofrece a sus compañeros. Cuanto más satisfaga esas necesidades, mayor será el bienestar social alcanzado. Ya que soy «yo» y el «otro». Yo cuando soy productor y el otro cuando recibo la producción de los demás. Esta es la ley de oro de la división del trabajo. Esto visto con la óptica actual parece un contrasentido sin embargo, pensados los asuntos sociales en su verdadero significado, no nos pueden conducir más que a esta conclusión. Eso si, debemos dejar claro que cuando hablamos de bienestar social, no nos estamos refiriendo sólo a una parte de esa sociedad, sino a un bienestar que alcance a toda ella sin excluir a nada ni a nadie. Así pues la prosperidad aumentará en la medida que la conducta económica de los individuos se incline hacía el abastecimiento de terceros. Disminuirá en la cuantía de que estos deseen autoabastecerse. Sólo alcanzaremos nuestro propósito si dejamos nuestro interés egoísta y lo dirigimos hacia el otro, en tanto lo consideramos como tal otro, no como un espejismo de mí mismo.
La realidad nos dice que los hombres para satisfacer sus necesidades dependen unos de otros. En el vestido, la alimentación, la vivienda, en la educación, en la formación profesional. . . una parte tiene que satisfacer una demanda de un bien o de un servicio determinado a cambio de dinero. En este aspecto los hombres se tratan unos a otros como seres necesitados.
Puede ocurrir que en otros casos las dos partes, por igual, acuerden algo oralmente o por escrito sobre derechos y obligaciones recíprocos, entonces se tratan unos a otros como seres emancipados. Por ejemplo, cuando quedan de acuerdo para la prestación de un servicio y ambos aceptan lo pactado. Cuando hablamos de emancipación no nos referimos tan solo a lo que significa el hecho de realizar ese acuerdo, sino a la posibilidad de poder hacerlo. Aumento de la capacidad contractual que, aunque todavía muy general, es ya significativa.
Para que toda mercancía o servicio pueda producirse se necesita de la cooperación para la satisfacción de la demanda. Para cooperar es necesario que las partes se encuentren capacitados para llevar a buen término esa labor común, cada cual en la especialidad que aporta.
Así en la convivencia podemos encontrarnos al otro en tres aspectos muy diferentes, lo hallaremos y nos encontrará según estemos en una labor común, en una contratación o en la satisfacción de una demanda. Esta posibilidad debe hacerse extensiva a todo hombre sin distinción de sexo, raza, etnia, nacionalidad, clase política, ideologías o religión: el ser, o poder llegar a ser necesitado, emancipado o capacitado.
Sociedad pasiva
Es del todo evidente que hoy sólo nos preocupamos por nuestras propias necesidades o por el grupo social, ideológico, político o religioso al cual pertenecemos. Todos buscamos nuestro propio beneficio. No sólo las grandes compañías o los grandes consorcios económicos (aunque sean éstos los que tienen la sartén por el mango y, en última instancia, sean los grandes beneficiarios del tinglado). Este egoísmo nos lleva a creer que todos los demás tienen que pensar sólo en nosotros. Esto nos sitúa como centro del universo. Manifestación escandalosa del desarrollo desproporcionado del ego pequeño. Resultado de la no asimilación consciente de lo que supone la división del trabajo. Espejismo que distorsiona nuestra personalidad. Esta forma de entender el procedimiento sólo nos hace reaccionar ante las coacciones que nos llegan desde fuera. Satisfacemos las demandas económicas de las compañías y del mercado. Pagamos el precio exigido y al mismo tiempo somos coaccionados por el sistema. Esto no se puede entender en ningún caso como una actitud activa. Es una cualidad irritantemente pasiva. Nos viene impuesta desde fuera. No tenemos arte ni parte en su gestación. Mucho menos en su proceso.
Debemos entender que toda conducta a favor de los otros puede considerarse como social. Todo aquello que se concreta en nosotros mismos debemos reconocerlo como una forma insociable. Las relaciones interpersonales se dan generalmente en el marco de conductas antisociales. La supuesta socialización que se da como resultado de estos parámetros de comportamiento es eminentemente misántropa.
Es cierto que cada uno para llegar a ser persona, para lograr su independencia como ser humano, tiene que preocuparse de sí mismo. Esto es sin lugar a dudas una conducta antisocial. Evidentemente no nos estamos refiriendo a este tipo de comportamiento, sino a aquél otro que, en lugar de ser el motor de la propia individualidad, se incorpora como conducta a las relaciones sociales. De forma y manera que se impone a otros dentro del contexto de esa sociedad pasiva a la que aludíamos.
Cuando ese comportamiento antisocial se incorpora a la vida social, se manifiesta de tres formas distintas:
– En forma de interés hacía uno mismo con el fin de obtener el mayor beneficio posible.
– En forma de fuerza donada a otras personas con el fin de preservar mi beneficio (policía, ejército) aplicando el actual derecho de propiedad.
– En forma de influencia con el fin de dominar a los demás mediante la publicidad y propaganda. Incluso con las formas de contratos de trabajo.
Así pues tenemos tres formas antisociales: beneficio, fuerza y sugestión, producto de la socialización pasiva en la que se mueve nuestro mundo actual. Pero ocurre que el hombre contemporáneo cada vez está menos dispuesto a ser coaccionado por otros. Es el motivo por el cual, para responder a esta coacción, se organiza en asociaciones y sindicatos contra patronos y organizaciones políticas y económicas. Sin darse cuenta que de esta forma no elimina las causas de la coacción, sino que las multiplica, dado que las fuerzas contrarias para mantener su estatus deben aumentar, refinar y sofisticar cada vez más sus medidas coactivas.
Sociedad activa
No se basa en el interés por sí mismo, sino por los demás. Es indudable que para poder preocuparnos del otro tenemos, por un momento, que olvidar nuestros propios intereses. Esto es realmente difícil. Sin embargo tenemos que desembarazarnos de nosotros mismos si queremos avanzar en esa búsqueda constante de una sociedad humana.
Hemos concluido que, el otro, se nos presenta en la vida social como necesitado, emancipado o capacitado. Cada uno de estos procesos sociales demanda del otro satisfacción, contratación y cooperación. Así pues el interés hacia los demás no es único, sino trinitario, dado que tiene que mostrarse según las demandas que en cada momento exige la situación del otro. Así pues debemos entender como fraternidad la actitud que se debe potenciar hacia el otro cuando éste se encuentra necesitado, igualdad cuando está en una situación emancipada y libertad ante el ser capacitado. En los tres casos hablamos de la misma persona según que su actividad social se desarrolle en un ámbito o en otro (Situación que adopta en cada circunstancia).
Así las consignas de la Revolución francesa se han malentendido y nunca comprendido. Se ha quedado en una manifestación hueca, sin contenido e incluso demagógicamente empleada por todo el mundo. Ahora ha llegado el momento de comprender la proclama y llenarla de contenido. Para ello sería importante que nos contestáramos a las siguientes preguntas:
– ¿Qué es más importante que el empresario se esfuerce en satisfacer necesidades responsablemente demandadas por el consumidor o tratar de imponer aquello que él quiere quitarse de encima?
– ¿Cuándo es más equitativo un contrato, cuando las cláusulas son impuestas en una sola dirección o cuando son discutidas y consensuadas por ambas partes?
– ¿Cuándo serán más fructíferas las energías y capacidades, cuando las directrices son marcadas desde arriba o cuando se decide entre todos y se tienen en cuenta las iniciativas personales?
Estas preguntas y sus respuestas bullen en nuestras cabezas de forma inconsciente en unos casos y en otros semiinconsciente, pero es necesario que las hagamos plenamente conscientes. La vida en general debe organizarse de una manera verdaderamente social, De acuerdo con el interés del otro. Para ello tenemos que encontrarnos con él de tres formas distintas y claro, situaciones diferentes, requieren en sí mismas, organizaciones diferentes. Esto sólo se puede alcanzar si logramos desarrollar plenamente los afanes de fraternidad, igualdad y libertad proclamados por la Revolución Francesa.
Fraternidad, igualdad y libertad se refieren en sí mismas a los tres aspectos de la naturaleza humana. Cosa que indudablemente no ocurre con la conducta social asociada al beneficio, a la fuerza y a la sugestión. La manipulación es lo que se esgrime en forma de mandato sobre el capacitado, la propaganda sobre el emancipado y de la publicidad sobre el necesitado. Sin olvidar la fuerza empleada por el poderoso para imponerse tanto en la satisfacción de necesidades, como en la cooperación y en la contratación. No existe, en consecuencia, con este sistema una estructura diferenciada, sino que la centraliza y la intenta convertir en un pensamiento único. Engendro que uniformice y conforme a la sociedad según las necesidades de los grupos dominantes en las economías capitalistas. Intolerantemente unitaria que acota todos los campos de la cultura, el derecho e incluso la economía en los estados, mal llamados, socialistas.
Beneficio, fuerza y sugestión no son patrimonio exclusivo de la individualidad egoísta y con poder. Se hace extensivo a las prácticas sociales como podemos observar en las sociedades anónimas. Por lo tanto si queremos transformar la sociedad no son suficientes revoluciones, proclamas o ideologías, debemos de idear formas sociales que se correspondan con los ideales de fraternidad, igualdad y libertad. Necesitamos de un arte social capaz de crear nuevas formas acordes con los postulados hoy tan vejados y manipulados. La fraternidad tiene que forjarse en asociaciones, la igualdad en estados democráticos horizontales y la libertad en corporaciones.
Acción
Después de todo lo comentado, la socialización activa nos propone, al haber abordado el problema de tres maneras diferentes, tres misiones distintas. Mientras no se trasladen, estas soluciones, a los problemas de nuestra sociedad actual (dado que su organización uniforme y centralista ha llegado hasta la vida económica entrelazando satisfacción de necesidades, de contratación y cooperación) los conflictos que surgen en un lado pronto repercuten en los otros creando siempre daños colaterales de difícil solución. Siguiendo este modelo obsoleto y caduco los problemas que aparecen en su seno se transforman, por definición, en irresolubles.
Hoy lo que se necesita es un arte para la ciencia social que resuelva estos problemas de una manera realista. Aunque debemos tener muy claro que este arte tiene que ser también el arte de lo posible, no embarcarnos en soluciones utópicas que por muy justas que sean quizás no sean viables en el momento. Hay que dejar bien claro que cualquier acuerdo adelantado a su tiempo, por muy benefactor que en apariencia sea, será nefasto en su aplicación por estar situado fuera de contexto, al no darse las circunstancias que lo hagan posible. No la solución ideal, sino la real en cada momento.
El hombre pasa del estado de saciedad al de hambre de manera alternativa, no hay ningún alimento con la suficiente calidad energética que lo sacie de manera permanente. Igual ocurre en el orden social, se pasa del orden al desorden de manera cíclica, porque tampoco para el orden social hay soluciones definitivas, ni mucho menos universales. Como no se da en la naturaleza el alimento perfecto, tampoco existe solución concluyente para los problemas sociales.
Llegados aquí debemos de empezar a ir redondeando el discurso, cuando hablamos de las necesidades, tenemos que empezar a hacerlo de economía; si lo hacemos de contratación de derecho; si es de cooperación de cultura. Esto no lo debemos confundir con la división estamental medieval, ni con el encasillamiento de los hombres según su oficio: albañil, abogado o maestro. Al contrario, cada persona que trabaje está inmerso en los tres terrenos en los que se mueve la sociedad humana. Depende de otros para resolver sus necesidades, contratar derechos y obligaciones o cooperar. Así este aspecto trinitario de la sociedad tiene que ver con una organización asociativa de la economía, una organización democrática del derecho y una organización corporativa de la cultura.
Sin embargo quien todo esto lo transforme en ideología y quiera imponerlo a la realidad vigente estará siendo un elemento nocivo para el conjunto social. Este será un hombre de acción que trabaja con el sentimiento, sin embargo los movimiento en este campo siempre tienen que hacerse desde el pensar. No se debe imponer a una realidad, sino que estando dentro de ella, desde ella, obrar en consecuencia. No se debe orientar nada, sino hacer que nazcan las soluciones en el interior de los hombres, para que, libremente, asuman las posibles soluciones. Que, además, siempre hay que contrastar con lo real para constatar su bondad o ineficacia.
El hombre es un ser social y antisocial, como ya hemos dicho, al mismo tiempo. Conviven en él las dos tendencias. La antisocialidad del hombre sólo es perturbadora en el caso de que salga del terreno personal y entre como elefante en cacharrería en lo social. La entrada del hombre en el terreno social será mucho más fecunda en tanto en cuento sea más reflexiva. Desde el momento que esto ocurre, el problema social, se presenta como algo higiénico. Porque después de la primera realización personal del hombre que es antisocial, tiene que aparecer la segunda que es la social. Después de la realización de sí mismo, la realización con el grupo. Y tal es, que si no se consigue plenamente la primera se pone en serio peligro la segunda. Ya que para alcanzar la realización personal hay que dar la oportunidad de pode entregarse a los otros y así lograr un equilibrio físico, emocional y mental. Bajo este aspecto el problema social pasa a ser un elemento terapéutico. Habría que hacer una estadística de cuantas enfermedades actuales se deben al desequilibrio que crea en el hombre el contemporáneo estado social. Así, pues, se puede considerar hasta un buen remedio, esta nueva reestructuración social, incluso para la salud física del individuo.
Para los que han tenido a paciencia de leer todo:
Indudablemente esto es sólo un ligero esbozo, si os parece bien y os interesa puedo seguir ampliándolo. De lo que si os prevengo es de que para nada lo aquí expuesto es personal, ni quiere convertirse, ésta sería su tumba, en un nuevo sistema ideológico, tan sólo son reflexiones abiertas a nuevas interpretaciones y una llamada a la conciencia y a la consciencia de los hombres de buena voluntad.
Antonio Martínez
27 junio, 2011 en 01:10
Querido Antonio,
Yo quiero «activamente» decirte que si, que me interesa que sigas. Este tema me parece especialmente importante para dar una visión mucho mas clara de la epoca en que vivimos.
Quiero decirte tambien que en terminos generales, «acuerdo», desde el sentido de «a-cordar», que tu bien conoces, con el aspecto de tu articulo en que describes la necesidad de ser «activo» socialmente, conectado con el hecho de que el asi llamado «obrero» o trabajador en la sociedad moderna, es tan «egoista» (yo quizas, para evitar malentendidos lo llamaría, si me lo permites, «ego-centrico» ), esto es, se ve a si mismo como centro tanto o mas que cualquier corporación o empresa moderna, y no digamos los estados-nacion o los estados supra-nacionales (esencialmente EE.UU, y la U.E).
Este aspecto es, en mi opinión una de las claves para entender la situación actual: el hecho de que no hay dos bandos, uno de los buenos y otro de los malos. Hay un solo bando: el del ser humano moderno, que aun, en un sentido mayoritario, actua de un modo ego-centrico.
Y no se trata aqui de un juicio moral, sino del hecho objetivo de que en un mundo que ha alcanzado ya, de forma objetiva, un nivel de globalización, esto de es, de interconexion, y por tanto, como muy bien dices en tu artículo, de fraternidad efectiva a traves de la división del trabajo, enormemente elevada, en ese mundo de alta interconexion la actuación del ego de forma reactiva pensando tan solo en si mismo sin tener en cuenta el efecto «mariposa» de sus acciones en el resto del entorno es sencillamente catastrófico.
Por tanto, en primer lugar, asumamos la responsabilidad de lo sucedido y dejemos de buscar culpables a nuestro alrededor.
En segundo lugar, y no profundizaré ahora en esto, pero creo que sería un muy interesante tema de desarrollo, la pregunta consecuente sería: ¿Como podemos cambiar las cosas?..solo apuntaré un detalle: sea como sea, depende muy mucho de la capacidad de creación del ser humano, de nuestra creatividad, o como Steiner la llamaba, nuestra Fantasia Moral. Y por ello, hemos de tener en cuenta la realidad del hombre moderno, y es el hecho de que su ego esta muy activo y va en aumento.
No podemos esperar que este ego vaya a menos, o que el hombre moderno se transforme en un ser angelico y maravilloso de la noche a la mañana. Este ego, necesitará todavia bastante tiempo de desarrollo. Por tanto, una versión modificada de la pregunta es: ¿Tiene sentido pensar en desarrollar un entorno social tendente a la fraternidad en estas circunstancias?….Y, si la respuesta es afirmativa, entonces: ¿Con que alcance? ¿Con que dimensiones? ..¿Con que misión? …y sobre todo, ¿Con que tecnica moral, de tal modo que el ego pueda participar en dicho proceso de un modo natural para él?…
Si no tenemos esto en cuenta, en mi humilde opinión, seguiremos pidiendo un «cambio de conciencia» al resto de la humanidad que ni siquiera nosotros mismos somos capaces de llevar a cabo, y por tanto no estaremos teniendo en cuenta ese desarrollo del ego que por otro lado es y será tan necesario para alcanzar más y más la experiencia de la libertad humana.
Espero sinceramente que sea de tu interes el que continuemos esta conversacion.
Un saludo,
Joaquin.
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28 junio, 2011 en 09:16
El movimiento 15M en España es lo más llamativo y significativo para nosotros por lo cercano y evidente de su reivindicación. Pero veo un movimiento mucho más general que apunta a un cambio de consciencia que es demandado desde los fundamentos de una humanidad en desarrollo que está en ciernes. Las protestas sociales de los países del Magreb y Oriente Próximo han provocado un cambio de paradigma en Egipto o Túnez, y una lucha en países como Libia o Siria que parece no tener marcha atrás. La demanda de participación en los organismos estatales a través de una democracia participativa como en Islandia o la crisis de algunas Sociedades y asociaciones ante la manipulación unilateral de sus intereses por parte de sus órganos de gobierno ponen en evidencia un futuro que requerirá de las máximas aptitudes del Ser Humano como ser socializante. El Ego-Centrismo ha de evolucionar hacia la periferia proximal (o prójimo) en un ritmo cada vez más consciente, transparente y benéfico. Y esto es ya una exigencia de la época. Esto que está ocurriendo es el pre-sentimiento de lo que el futuro va a exigir al ser humano, y cada vez de forma más inexorable. Empezar por lo más cercano sería fundamental, como por ejemplo, nuestra Sociedad Antroposófica.
• Vincular las Ramas al trabajo de la Junta: un miembro de cada Rama como vocal y una reunión de Junta en cada lugar donde haya una Rama. El encuentro de verano se celebrará y se organizará en los distintos puntos donde hay Ramas y por los miembros de la Rama y la Junta.
• Apoyar la vida de la Rama organizando actividades en las Ramas, llevando conferencias, cursos… en parte financiadas por la SAE allí donde se requiera.
• Desaparición del Consejo Asesor y creación de vínculos desde la Junta de la SAE con las diferentes áreas de la Antroposofía Aplicada: Terapia, Medicina, Biodinámica, Arte, Triformación, Pedagogía… en toda España.
• Traducción de información relevante, sobre todo del alemán. Y vinculación con las actividades en las distintas secciones del Goetheanum.
• Ofrecer unas hojas a los miembros cada mes o dos meses, con información interesante, información de las Ramas, del Goetheanum, de la Biodinámica, de la Medicina, de las Artes…
• Crear una página web dinámica, que informe de todas las actividades de los miembros de la SAE en toda España. Que vincule a las páginas de Biodinámica, Medicina, Arte…
• Creación e intercambio de material de trabajo para y entre las Ramas. Tema del Año de la SAG, libros, trabajos…
Alberto Llorca
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