Artículo de Antonio Martínez Alcalá:
Desde hace mucho tiempo este poema ha vivido conmigo, lo he recitado mentalmente muchas veces, lo he tatareado e incluso en ocasiones me ha dolido. Así que, hace unos días, me levanté con una inspiración, inmediatamente me fui al poema y empecé a darme cuenta todo lo que el genial Quevedo había legado a través de sus versos a la posteridad. El lector también puede encontrar sustancias en los huecos, que el poeta, dejó en su obra y ser cocreador, junto al autor, de nuevos flecos que subyacen en su contenido manifiesto. Y, con ello, hacer visible lo invisible. Lo que dejó el artista de forma no explicita, como herencia, para que sus hijos adoptivos fueran capaces de desarrollarla. Si «Las coplas a la muerte de su padre», de Jorge Manrique, es el primer poema donde verdaderamente la consciencia que está emergiendo en el ser humano queda reflejada. En éste de Quevedo vemos como el genial poeta nos muestra de una forma clara, concisa, casi sin veladuras las consecuencias del mal empleo del oro en el futuro de la humanidad.
Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Resultaría doloroso para un hombre de ese siglo, donde el honor era el norte del caballero rendirse, humillarse ante el oro. Este viraje en el desarrollo de los acontecimientos nos habla de las nuevas sensaciones, profundas y operantes, que, con la aparición de la codicia por el oro, penetraron en los seres humanos de aquel tiempo. Lo explica clara y resumidamente en el siguiente verso: «El es mi amante y mi amado». No sólo es mi amado, algo por lo que suspiro y deseo, también es mi amante. No opone resistencia. Se me ofrece como saciador de mis deseos. Se deja conquistar. Es más, incita. Más en la consumación del deseo, se esconden los grilletes que rinden a su tiranía . Y mis deseos, en este mundo de estímulos constantes, son tener y hacer lo que quiero. Lo que quiero no como consecuencia de lo que me dicta mi fantasía moral, aspiración consciente, sino de aquello que reclaman mis ansias y deseos materiales. Provocador de mis instintos. Fin perseguido por elementos retardatarios que quieren vincular al hombre con la materia. Convertirlo en algo petrificado. Sin vida. Algo manejable al servicio de otras causas no humanas. La libertad, supremo bien, toma las alas de un doblón y se hace pasajera en un viaje hacía un lugar sin retorno.
Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Nace en las Indias honrado, es decir sin ninguna carga que aqueje sus servicios. Es el mundo el que lo pervierte y lo convierte en fuente de degeneración y codicia. Como tal elemento honrado, viene a morir en España. Para ser enterrado en Génova. En Holanda. En las arcas de los banqueros. . . apartado del fluir, su cualidad intrínseca, es resucitado, no como recurso dinamizador, sino como fundamento de poder al servicio del egoísmo. Por eso quien le viene al lado resulta hermoso aunque sea fiero. El glamour de la riqueza, el esplendor del adinerado esconde, aunque no elimina, el rostro perturbador del ave de presa, la codicia de sus ojos y el afilado acerado de sus garras. . . siempre dispuesto a hacer suyos los bienes que son de todos. En sus manos el oro pasa a ser sustancia de especulación. Se convierte en objeto de comercio y móvil de negocios. Con el tiempo podrá lograrse sin necesidad de producir nada, tan sólo adquiriendo habilidades en el mundo de las finanzas. Poderoso caballero, ya tiene el calificativo de Don, es Don dinero. La igualdad se escapa por los poros abiertos de la codicia. El dolor se instala. . . las ansias de medrar aún a costa del amigo, del pariente, del hermano se
convierten en mandamiento.
Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Sus padres ( no los postizos, no los nuevos, no los que se convierten «en principales» y, por su propia gracia, en actores de la realidad, en creadores de un escenario sin bambalinas donde representar la obra que perpetúa su estatus. . . ¡no!, ¡de esos, no habla en esta estrofa!) son de noble descendencia. Además allí todas las sangres son reales, es decir, todos son iguales. En ese lugar pierde vigor lo tuyo y lo mío y adquiere valor el hecho de querer ser hombre, única aspiración, gracias a la cual, puede alcanzar su verdadera naturaleza el ser humano. Mientras esté dominado por sus instintos, sólo sobreviven los mejores, el hombre queda sujeto a la cualidad del animal y el reino humano se hace inviable. No nos extrañe que los otros reinos (mineral, vegetal incluso el animal) los coloquemos egoístamente a nuestro servicio. El aspecto social y el trato que le damos a la naturaleza van profundamente unidos. Por eso el ecologismo sin una transformación social es una paradoja. Sólo cuando el hombre alcance su estatus humano, ahora no lo tiene, estará en condiciones de entablar un diálogo constructivo y consecuente con el medio que le rodea. Y es, en verdad, dentro de esta plática trascendente donde el dinero puede jugar su verdadera misión fundamental: hacer iguales al rico y al pordiosero. . . a través del fluir generoso del dinero. . . en su dinamismo. . . haciendo real su don de la ubicuidad. . . en su poder de movilizador social. . . es en estos aspectos donde si se hace realmente poderoso Don dinero.
¿A quién no le maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Esta estrofa es demoledora como el dinero, en su aspecto más ruin y tosco, es capaz de generar egoísmo, orgullo, soberbia, arrogancia, altanería, necedad. . . hace posible que lo más ruin de «su casa» (la avaricia, el deseo de poder, la ambición. . .) se convierta en excelencia loada por los ciegos. Por que al fin y al cabo todos, casi todos, se arrodillan ante él (dinero) y le rinden pleitesía. Y, en esto, Quevedo no hace distingos entre el cobarde y el guerrero. Nada menos que equipara a lo más bajo de «su casa»(¿habrá mayor necio orgullo?) con Doña Blanca de Castilla, tenida en aquella época como paradigma por españoles y europeos, reina regente en Francia que con su destreza y genio político, pese a su condición de extranjera, logró derrotar y detener a la levantisca nobleza francesa.
Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Y es tanto su poderío, aunque sea generador de duelos, de miseria, de muerte, de exterminio, de dominio y de guerras. Que, aun hecho cuartos, es decir en proporciones pequeñas, revive en el jornalero y el gañan las miserias que vivió en el orondo banquero, en el poderoso terrateniente, en el egoísta rey, en el político sin conciencia, en los que lo convierten en el emperador del mundo y lo adoran como el nuevo díos capaz de «resolver» los problemas de la Tierra («todo esto te daré si postrado a mis pies me
adoraras»). Las características del oro son propias de un metal noble, sin embargo las circunstancias que lo rodean lo hacen proclive a crear en las gentes un culto insano con respecto a su posesión. El oro, que puede considerarse como una sustancia pura, ha visto manchado su tránsito por la tierra con elementos extraños a su propia esencia. Una de sus funciones tiene que ser hacer consciente al hombre del complejo mundo de las relaciones sociales. Mientras el dinero sea una respuesta a lo que produzco, una medida de lo que debo o de lo que me deben, estamos dentro de un uso aceptable de una parte de lo que representa el dinero. Sin embargo se envilece en el preciso momento en el que tiene valor en si mismo. Es decir en el instante en que se convierte en mercancía. Entonces entramos en una fantasía con el carácter de gran mentira, puesto que el dinero nunca debe tener valor propio y muchísimo menos ser objeto de consumo. Debemos entender que no es una mercancía. Él no puede satisfacer ninguna necesidad básica, no sirve para comerlo, con el no podemos hacer ni unos zapatos, ni una máquina. Si lo tratamos como tal estamos dándole un valor artificioso. Pura teoría sin correspondencia real.
Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
El negro, el gitano, el emigrante, el desheredado. . . no es mal visto por su condición, sino por no tener dinero. El dinero transforma y cambia el pelaje del afortunado, entonces se destiñe el color de la piel, la maldición de la raza, el carácter de extranjero, los malos hados de la fortuna. . . y retornan los agasajos y el servilismo de los que adoran al dios dinero y, por él, no por convicción consciente y ponderada interna, se hacen ciegos y mudos a sus sentimientos verdaderos. El vicio de la hipocresía se hace patente en estos momentos y cubre con un velo morado, velo de muerte y de exterminio, el rostro sonriente de la fraternidad que espera su redención. El valor humano se instala en la medida de que el hombre es capaz de comprender y darle peso a las ideas correctas e ir transformándolas y transformándose con ellas. El hombre tiene que basar su existencia en la práctica de esas experiencias. El ser perecedero (humano) no le puede dar valor inmortal a una abstracción como es el dinero, buscando en ello una pretendida seguridad. Seremos sus servidores mientras no seamos capaces de crear instituciones que respondan a los nuevos principios. Los corrimientos de tierra y los movimientos violentos (Revoluciones) no pueden dar solución a estos problemas, porque después de la convulsión de una manera u otra se reproducen los antiguos males. Solo la consciencia y el conocimiento real de las circunstancias pueden dar fundamentos y cimentar convenientemente el futuro. Hay que darle al dinero, es el primer paso, un uso correcto con la finalidad de que los hombres se hagan interdependientes y mutuamente responsables.
En economía hemos de abandonar los modelos cuantitativos para desarrollar aquellos otros de carácter cualitativo. Eso para, sin dejar de seguir considerando el aspecto cuantitativo, encontrar otros marcos de referencia más humanos. Cuando hablamos de desarrollo estamos describiendo una de las característica de un ser vivo. Y un ser vivo tiene tal cantidad de variables que resulta inabarcable y nunca puede concentrarse en una fórmula matemática por muy sofisticada que esta sea. La inteligencia con la que hoy pretendemos entender la naturaleza para nada está de acuerdo con las leyes que la rigen. Es un tipo de pensar que desde los griegos hasta hoy ha ido esclerotizándose hasta finalizar concentrado en un ordenador. En un modo de pensamiento basado en la contradicción que jamás podemos aunar. Así por ejemplo la ley de la oferta y la demanda se ha tratado de solucionar con fórmulas matemáticas de origen cartesiano. Estos modelos llegan hasta nuestros días, aunque su bondad fuera puesta en duda por pensadores como Schiller, Goethe o el mismo Hegel, que intentan abrir paso a una nueva forma de pensar basada en el aspecto cualitativo, con el deseo de generar un pensamiento orgánico que se opusiera al meramente mecanicista.
La forma de pensamiento al uso consiste en observar un fenómeno y reducirlo a una fórmula matemática, independientemente del fenómeno que la ha originado. Forma de entender que se opone frontalmente a la Naturaleza, en la que siempre existe un equilibrio donde se compensan las partes. Es la inteligencia del ecosistema. Nada es vertical, sino que es en la horizontal donde se equilibran todas las variables. En la naturaleza, un árbol inmenso, puede depender de unas pequeñas hierbas que viven en su entorno. Hierbas que producen ácido oxálico, sin las cuales, el árbol enferma y muere. Con el sistema cartesiano estudiaríamos a fondo el árbol y despreciaríamos por insignificantes a las hierbas. Sin embargo con una forma de pensar orgánica, tal como la preconizaron Schiller y Goethe, tendríamos en cuenta a estas hierbas que, en definitiva, son la clave del ecosistema.
Poderoso Caballero es Don Dinero. Su problema o su solución dependen de algo tan sencillo como hacía que lado inclinamos la balanza.
Antonio Martínez Alcalá
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