¡Quieran Oirlo los Hombres!

Conversaciones sobre Antroposofia

Rudolf Joseph Lorenz Steiner: In Memoriam

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En el centenario del cruce del Umbral de la individualidad que fue conocida en el mundo fisico en su ultima encarnación como Rudolf Steiner, quiero contribuir con la traduccion del articulo titulado del mismo modo (In Memoriam) que escribio Daniel N. Dunlop, en la revista inglesa «Antroposofia» (Anthroposophy) Vol. IV, No. 8, en Agosto de 1925

En una década en la que el materialismo estaba en su apogeo, cuando en los mundos suprasensibles se libraba una guerra entre las fuerzas de la luz y las de la oscuridad, en una época en la que diversas formas de ocultismo atávico ejercían una influencia cada vez mayor sobre muchas mentes, nació un niño “para la sanación de las naciones” en una pequeña aldea austríaca, de padres campesinos, en un entorno campesino.

Los Sabios de antaño leían en las escrituras celestes que un Niño-Salvador había nacido en Belén. No así los “sabios” de 1861. Ellos no conocían las señales en los cielos que marcan el nacimiento de un gran Iniciado.

La infancia de Rudolf Steiner transcurrió en la oscuridad y el aislamiento. Una Naturaleza tranquila y pacífica le reveló sus secretos a unos ojos que ya entonces “miraban a través de la vida y contemplaban a Dios”. Él mismo nos habla de su timidez y carácter retraído, de su profunda sensibilidad ante todas las impresiones que recibía del mundo exterior durante sus primeros años, de su intenso sentido religioso y su amor apasionado por la belleza de la Naturaleza que lo rodeaba en aquella aldea austríaca.

Podemos imaginárnoslo cuando entra en la escuela, aún solitario, pues eran pocos con quienes podía compartir sus experiencias de aquel mundo espiritual que para él era tan real como la vida física cotidiana. Por algunos de sus maestros sentía un profundo afecto, y algunos de ellos, a su vez, amaban intensamente a este niño, aunque sin comprender la grandeza del ser que tenían ante sí.

Lo vemos avanzar silenciosamente por su vida académica hasta la universidad, habiendo sido destinado, según él mismo nos cuenta, a una carrera en la ingeniería ferroviaria, siempre brillante, pero aún aislado en su vida espiritual, como un águila que vuela en majestuosa soledad por la bóveda azul del cielo.

Un punto de inflexión en su vida exterior parece haberse producido cuando conoció en la universidad a Karl Julius Schröer, quien percibió, con la profunda intuición que lo caracterizaba, que no estaba ante un estudiante ordinario, sino ante un joven que podía contribuir de forma significativa a la cultura espiritual de su época. Fue Schröer quien persuadió a Rudolf Steiner de que se adentrara más profundamente en la vida literaria y filosófica de Europa Central, donde se le brindó amplia oportunidad de desarrollar su propia concepción del mundo y de penetrar las concepciones del mundo de otras grandes mentes.

Este período de la vida de Steiner nos dio La Filosofía de la Libertad, Verdad y Ciencia, La concepción del mundo de Goethe y muchas otras obras aún poco conocidas en el ámbito filosófico. Schröer es una figura decisiva en el curso del destino de Rudolf Steiner, pero incluso él no pudo haber tenido más que una vaga y semiconsciente percepción de las posibilidades del genio de su alumno. No podía saber que se hallaba ante alguien que había venido a proclamar la verdadera ciencia del espíritu, la ciencia de los Cielos y de la Tierra, para inaugurar la era de Miguel entre los hombres.

Llega el amanecer del siglo XX y Rudolf Steiner aparece públicamente en la esfera de la historia como maestro y conocedor de verdades espirituales y ocultas, al principio dentro de las filas de la Sociedad Teosófica, cuyos dirigentes primero lo respetaron y luego lo temieron, al darse cuenta, aunque fuera de manera subconsciente, de que la riqueza de su sabiduría arrojaba una sombra sin sol sobre sus interpretaciones materialistas de lo espiritual. Con la acción que privó a la Sociedad Teosófica de la colaboración de Steiner, dicha organización perdió la oportunidad de ser un verdadero instrumento de influencia espiritual en esta era.

Y así pasaron los años. Grandes ciclos de conferencias, libros, el Goetheanum, la Escuela Waldorf, la Euritmia, fueron legados a la humanidad. La Ciencia, el Arte, la Religión y la Medicina fueron impregnados por la Sabiduría de la Iniciación. ¡Qué herencia! No había absolutamente ningún ámbito de la vida que el genio de Steiner no pudiera iluminar; él tenía la llave maestra para los problemas del Universo. Que había cumplido el Misterio del Grial estaba escrito en las estrellas en el momento de su muerte. No fue por accidente que su cuerpo mortal fuera entregado a los elementos el tercer día del cuarto mes: el primer Viernes Santo. Murió, como había vivido, en Cristo.

Y ahora que la magia de su presencia personal ha pasado al dorado resplandor del pasado, ha comenzado nuestra prueba. La sabiduría de la iniciación está ahí, la era de Miguel ha sido proclamada, y nosotros debemos “dar la talla”.

Para quienes lo conocimos y amamos, no puede hablarse de sacrificio en nuestros esfuerzos por la Antroposofía. Sólo puede haber alegría de que, al menos, nuestro karma nos haya permitido contribuir, aunque sea en pequeña medida, a la obra de Rudolf Steiner. En 1922 nos advirtió acerca de Occidente, que la oposición aquí sería terrible, queriendo decir que los poderes ahrimánicos librarían una poderosa guerra contra la expansión de la Ciencia Espiritual. Ahriman conoce bien la fuerza de sus armas; conoce el aturdimiento que los sentidos han producido en la vida espiritual del ser humano; trabaja conscientemente en el miedo que los hombres sienten ante la revelación espiritual concreta.

Debemos darnos cuenta de que la oposición a la Ciencia Espiritual apenas comienza; se volverá más fuerte y más insidiosa. Las absurdidades que hemos leído últimamente en ciertos sectores de la prensa no son más que un leve temblor lejano del trueno que retumbará con violencia cuando la Antroposofía comience a ocupar el lugar que le corresponde. Por tanto, para nosotros no puede haber compromiso alguno con el materialismo, sea cual sea su forma; debemos afirmar una sabiduría que “no es de este mundo” y que, por tanto, en su forma pura, es inaccesible a los dardos de Ahriman.

Aquel pequeño edificio de madera en la colina de Dornach es ahora doblemente sagrado por la tragedia final que encierra —una tragedia, sí, y sin embargo un triunfo. Porque detrás del dolor que nos sobrevino aquel día de marzo cuando se abrieron las Puertas de la Muerte para el espíritu que conocíamos como Rudolf Steiner, pudimos oír los ecos de las trompetas que sonaban para él “del otro lado”.

Las huestes celestiales lo recibían de nuevo en las regiones que él había dejado durante seis breves décadas porque había prestado oído a los clamores que subían hacia él desde la Tierra. La Sabiduría de Miguel que él proclamó debe ahora ser arrancada del mundo espiritual y hecha realidad en el mundo físico por nosotros.

Debemos asaltar el Reino de los Cielos con nuestras fuerzas humanas que él fortaleció, si su misión terrenal no ha de ser en vano. Grande fue en vida, pero aún puede ser más grande en la muerte si nuestros corazones son lo suficientemente fuertes para latir al ritmo solar que es su ritmo, si nuestra voluntad es lo bastante firme para encarnar su voluntad en acción.

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Autor: Joaquín Aguado

Nacido en Granada, España, en 1971. Miembro de la Sociedad Antroposofica de España desde 1988, y Miembro de la Sociedad Antroposofica General desde 2005. Miembro de la Seccion Social de la Escuela Superior de Ciencia del Espiritu con Sede en Dornach, Suiza, desde 1991, y miembro de la Conferencia Economica de la Seccion Social de la Escuela Superior, desde 2005. He vivido varios años en Holanda y en Finlandia, con viajes y estancias cortas en EEUU e Inglaterra. Esto me ha permitido conocer de primera mano otras culturas y otras formas de "hacer antroposofia". Desde el 2010 vivo y trabajo en España. Autor del Libro "La Economía de la Confianza" (Ed. IAO, 2014. Madrid). Consultor Organizacional, Co-fundador del Banco Etico Triodos Bank en España, y fundador de Triforma primero, y posteriormente Vortex, las únicas empresas españolas de consultoria de organizaciones basadas en los desarrollos de Rudolf Steiner, Bernard Lievegoed y Margarete Van Den Brink. En mi trabajo como consultor, mi foco principal es ayudar a desarrollar una nueva forma de organización económica y social, centrada en el ser humano, que ponga en relación de forma equilibrada los principios de libertad, igualdad y fraternidad. Para avanzar en esa dirección, creo fundamental desarrollar en los individuos y en las organizaciones una cultura "social" mas profunda que la actualmente existente. En esta dirección, y siguiendo a Goethe, creo que "la conversación", el proceso de escucha intensificado y debidamente entrenado, es y será la fuente de cualquier futuro creador entre los seres humanos.

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